Metamorfosis
No soñaba, no. Gregorio se levantó de la cama con la mirada perdida y se
dirigió al baño para verse mejor.
En el espejo se fue mirando y analizando cada rasgo de su nuevo físico. Vio
como le habían salido antenas, su espalda estaba recubierta por un exoesqueleto
y cada vez que intentaba abrir la boca le salía un liquido muy raro.
Gregorio no sabía qué hacer, si
salía a la calle la gente se asustaría y si se quedaba en casa, poco a poco, se
le irían agotando las reservas de comida. Decidió llamar a un amigo suyo que
era biólogo para preguntarle cuanto pueden sobrevivir las cucarachas sin comida.
Éste le contestó que podían aguantar varias semanas y que se camuflaban muy
bien entre los callejones. Eso le dio una idea a Gregorio, saldría a la calle
envuelto en una gabardina y un sombrero, como los detectives de las películas, e
iría hasta casa de su amigo para que le ayudase con su problema.
Así fue, Gregorio se vistió y bajó por las escaleras con cuidado de que no
le viera ningún vecino, se asomaba a cada rellano al que llegaba hasta que
consiguió llegar a la puerta de la calle. Una vez fuera Gregorio corrió todo lo
que pudo hasta girar en un callejón. Puede que llevara un disfraz pero el olor a
bicho era inconfundible. Por fin, divisó al final de la calle la casa de su
amigo. Entró en el portal gracias a un vecino que salía ya que su voz se
antojaba a la de un ogro. Consiguió colarse en el edificio y llegar a la planta
determinada. Llamó a la puerta y su amigo le abrió con cara de sorpresa. Con
una voz tímida y aguda le preguntó a Gregorio que quién era. Cuando Gregorio le
contó que era él la tez de su amigo se volvió más pálida de lo que estaba...
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