domingo, 23 de marzo de 2014

Lazarillo S. XXI, carta tema 6



A su señoría:
Óscar, ese soy yo, un chico de unos dieciséis años, mi vida no es que sea muy fácil, últimamente ha estado un poco alborotada. Hace poco que dejé mi lujosa vida en el barrio de la Buhaira en el cual gastaba en un día lo que ahora gasto en tres meses. Mi padre era concejal en el ayuntamiento y a casa llegaba mucho dinero, por lo que escuché ese dinero era más que el que le cuadraba a Hacienda. Mi padre hace tiempo que ya no vive con nosotros; aún así lo veo los domingos cuando lo visito en la cárcel. Mi madre en cambio, no esta casi nunca en casa, siempre se va muy temprano y vuelve muy tarde. La única vez que le vi llevaba unas botas altas con medias de rejilla y unos labios rojos. Mis hermanos y yo tenemos que cuidarnos entre nosotros. En conclusión, había pasado de una vida ideal, con caprichos y lujos que cualquiera desearía a que mi único lujo, mi único capricho fuera dormir bajo un techo.

En el colegio tampoco es que me fuera muy bien, me costó adaptarme, al principio llevaba la ropa que pude recuperar de mi casa y el acento madrileño que tanto me caracterizaba. Lo pasé bastante mal los primeros meses de instituto ya que los otros niños se reían de mí diciendo que era un pijo muerto de hambre. Y así era; conseguí algo de ropa que trajo mi madre y desde entonces no me he cambiado. Un grupo de personas me aceptó en su grupo después de mi cambio de apariencia y actitud; adopté el acento de mis compañeros y algunos de sus movimientos más característicos. Cuando me acostumbre a esa forma de andar, hablar y moverme: a mediados de curso, decidimos empezar a salir en los recreos y regresar antes de que nos pillaran. Íbamos callejeando ocultándonos de la policía porque en algunos bares nos habían perseguido por haber robado unas botellas de vodka. Pero en fin, mi historia comienza aquí; en mis escapadas es dónde comenzó mi alegría y mi dilema.

A finales de curso decidimos cambiar de lugar para buscar uno más tranquilo en cuánto a la policía, como mamá no estaba nunca en casa podía salir cada vez que quisiese y las obligaciones escolares me daban igual. Aquel sitio tranquilo nos permitía beber y robar sin que a nadie nos sorprendiese, eso sí, las bandas más peligrosas rondaban por allí y era de esperar de que nos cruzásemos con alguna. Y así fue como empezó todo, esa banda se nos acercó en el parking al que solíamos ir para fumar y beber. Los chicos eran más grandes, más altos y más fuertes que nosotros. Podríamos haber huido despavoridos, pero no, teníamos que quedarnos. Me di cuenta de que ese grupo estaba compuesto también por chicas, todas con un moño alto y camisetas sin magas de colores fosforitos, se notaba que sabían usar el colorete, la sombra de ojos y el rímel. De hecho me di cuenta porque una de ellas me estaba mirando, en cuanto nuestros ojos se encontraron sentí tal ardor que creí que tenía fiebre. Otro de los chavales me miró, y su mirada me enfrió enseguida. Ese día bastó con una mirada para que supiéramos que no deberíamos estar allí. En el camino de huida pensé en aquella chica, sabía que tenía que volver al parking pues su banda estaría allí, aun así tenía que volver a verla. Y así fue, en uno de los recreos decidí ir a aquel parking. Allí estaba, sentada con sus amigas, al rato y sin ninguna explicación se fueron todos y le dejaron sola. Me acerqué e intenté hablar con ella pero las palabras no me salían. Aún así me acerque cada vez más hasta que la tuve lo suficientemente cerca cómo para haber hablado con ella pero pasó algo totalmente diferente; le besé. En aquel momento estuvo bien pero lo peor vino después, el grupo al que ella pertenecía se acercaba. Tenía la esperanza de que no me hubieran visto pero sí, me habían visto. El que tenía peor pinta se me acercó y lo último que recuerdo es haber caído al suelo y un montón de golpes.

Desperté en el pasillo de un hospital, la verdad es que hacía años que no pisaba un hospital y por entonces los que yo pisaba eran privados. Había mucha gente pasando: enfermeras, médicos, pacientes, limpiadores e incluso parientes que corrían preocupados. Llamé a un enfermero y le pregunté que qué había pasado. Me dijo que una mujer me había encontrado en la calle y me había traído hasta aquí.

Cuando me dieron el alta mi madre y yo tuvimos que reunirnos con una mujer en nuestra casa. Esa mujer era muy elegante y en cuanto entró en casa noté que no le gustaba estar allí. Mi madre intentó persuadirla pero ella fue directa al grano con el interrogatorio. Tras unas dos horas interminables para mi madre la conclusión fue que ella no tenía ingresos mensuales, me descuidaba económicamente y que, aparte de ser alcohólica, no estaba nunca en casa. Con todos estos factores la asistente determinó lo siguiente:

-Determino que usted no está en condiciones de cuidar de su hijo por lo que se le quitará la custodia del mismo, la cual pasará a manos de un tutor o tutora legal.

La cara de mi madre era de pocos amigos, al rato llegaron unas personas que me llevaron a un lugar parecido a un internado y allí pasé varios meses. Allí estaba solo y de vez en cuando veía a algún niño y a finales de esos meses la asistente social que vino a mi casa se sentaba conmigo y me decía cómo estaba mi familia. Mi madre estaba cada vez peor y a mis hermanos les había pasado lo mismo que a mí. Hasta que un día como otro cualquiera entró la asistente social, como siempre y me contó algunas cosas nuevas:

-Óscar, hemos decidido sacarte de aquí, pero solo si tu lo permites, vivirás conmigo en Chicago dónde seguirás tus estudios.

No dije nada. Solo asentí con la cabeza. Ella sonrió y días después estaba fuera de aquel centro y en un avión camino de empezar a vivir en otro país. Hace ya varios años que vivo allí pero por hoy me encuentro en España dónde tengo que escribir esta carta a un juez para que le de la razón a mi madre o a la asistente social sobre mi custodia.



 Barrio de Torreblanca


Barrio de la Buhaira







sábado, 8 de febrero de 2014

Complemento de Régimen

Actividad 13: Elabora un texto entre diez y quince líneas a partir de esta imagen. Usa al menos 3 oraciones con complemento de régimen.

Aquel día nos levantamos temprano para poder preparar las bicicletas. Mamá se puso muy contenta de que fuéramos al lago a correr con las bicis. al salir de casa me di cuenta de que la bici estaba rota. Tuvimos que esperar que mi padre la arreglara.
Al llegar nos sentamos e hicimos un pequeño picnic y luego nos echamos una siesta. Cuando nos despertamos nos dimos cuenta de que era demasiado tarde; por lo tanto volvimos a casa.
Ya aseado me tumbé en el sofá para ver la tele hasta que me llamaron para cenar. Cenamos sobras del picnic porque como nos habíamos despertado tarde a papá no le dio tiempo de volver para preparar la cena. Pensé que podíamos haber ido a cenar fuera, pero al parecer mis padres no fueron tan listos.
esa misma noche no pude dormir por los ruidos del bar de afuera, y a altas horas de la madrugada mi padre tuvo que levantarse para llamarle la atención.

lunes, 20 de enero de 2014

El prisionero

ROMANCE DEL PRISIONERO

Que por mayo era, por mayo,
cuando hace la calor,
cuando los trigos encañan
y están los campos en flor,
cuando canta la calandria
y responde el ruiseñor,
cuando los enamorados
van a servir al amor;
sino yo, triste, cuitado,
que vivo en esta prisión;
que ni sé cuándo es de día
ni cuándo las noches son,
sino por una avecilla
que me cantaba el albor.
Que cuando la noche caía
se callaba el cantor,
mi cárcel guardaba
mi triste canción;
que por mayo era, por mayo,
cuando hace la calor,
cuando los trigos encañan
y están los campos en flor,
cuando canta la calandria
y responde el ruiseñor;
cuando los enamorados
van a servir al amor.